viernes, 3 de junio de 2016

Breve historia de la plaza de toros El Bibio de Gijón

Del circo taurino de la carretera de Villaviciosa a los 125 años de su construcción, entre el 2 de enero y el 12 de agosto de 1888

Por estas fechas, hace 125 años, cuadrillas de obreros se afanaban en levantar el que sería el mayor inmueble que viera hasta entonces la villa: una plaza de toros permanente, la primera en la historia de Gijón, levantada sobre unos terrenos de los arrabales orientales de la población, entre la carretera de Villaviciosa y la calle de Ezcurdia, en un lugar denominado El Bibio, posiblemente derivado del término latino bivium (bifurcación, cruce de caminos).
El edificio se diseñó con una capacidad para diez mil espectadores, todos sentados, cuando la población de Gijón era de veinte mil almas. Es decir, la mitad de los vecinos de la villa cabían en el interior de la vistosa y elegante plaza de toros de estilo neomudéjar, con sus fachadas encaladas y de ladrillo caravista.

La primera piedra del coso se había puesto el 2 de enero de 1888, con planos del arquitecto Ignacio Velasco y con el compromiso de la empresa adjudicataria de las obras, Canosa y Goyanes, de tener terminada la plaza para la feria agosteña del mismo año. Así fue. La plaza de toros de El Bibio se inauguró el 12 de agosto de 1888 como un atractivo indudable para la captación de veraneantes.

Y es que la década de los años ochenta del siglo XIX supuso la puesta de largo de Gijón como una urbe moderna, en medio de una potente industrialización y con las miradas puestas en la construcción del gran puerto de refugio de Asturias. Al año siguiente de la inauguración de la plaza de toros, también en el mes de agosto, llegó el agua corriente a la villa con la traída desde el manantial de Llantones, lo que propició la creación del cuerpo municipal de bomberos.

En cuanto a los transportes públicos, también en 1889 se constituyó la sociedad anónima Compañía de Tranvías de Gijón, cuya primera línea entró en servicio en 1890 precisamente para enlazar el centro de la población con La Guía (más tarde con Somió) y articular la nueva zona de esparcimiento y ocio que pivotaba sobre el recinto de Los Campos Elíseos y la plaza de toros de El Bibio.

Tampoco hay que olvidar que en un primer momento los impulsores del proyecto de Los Campos Elíseos (inaugurado como teatro-circo Obdulia en agosto de 1876 y con capacidad para unos 3.500 espectadores) pensaron en levantar una plaza de toros, que luego descartaron, por lo que la idea se retomó en 1887 «cuando unos cuantos gijoneses decidieron que Gijón tuviera plaza de toros, constituyendo, al efecto, una entidad titulada Sociedad Plaza de Toros de Gijón. Como presidente figuraba don Florencio Rodríguez (un indiano que había hecho fortuna en Cuba, nacido en Pola de Siero, creador también del Banco de Gijón) y, como secretario, don Aquilino Suárez Infiesta» («Pequeñas historias de Gijón. Del archivo de un periodista», de Joaquín Alonso Bonet).

Precisamente en el diario local «La Prensa», que dirigió Alonso Bonet, el 15 de agosto de 1931, en su sección «Minucias trascendentales», Pachín de Melás (Emilio Robles Muñiz), se refería a la historia de las corridas de toros en Gijón, citando que el primer festejo había tenido lugar en 1660 durante las fiestas en honor de San Pedro. Y «tanto gustó el festejo -escribió Pachín de Melás- que desde aquella fecha vinieron celebrándose bastantes años. Para esto, se tomaba la precaución de ajustar con el abastecedor de carnes, el compromiso de surtir de dos o tres toros buenos. Por el trabajo de buscarlos, encerrarlos y darles suelta el día de la corrida, se le daban doscientos reales, con el derecho, a una vez muertos, vender la carne dos maravedises más cara».

Tras los primeros tiempos de festejos taurinos en improvisados recintos la costumbre se perdió hasta mediado el siglo XIX. En el Archivo Municipal de la Torre del Reloj se guardan los carteles anunciadores de las tres corridas de toros que se dieron en Gijón los días 22, 24 y 25 de agosto de 1861 y la del 15 de agosto de 1862.

Cuenta en su artículo Pachín de Melás que «contra el parecer de muchos, un grupo de amigos gijoneses construyó una plaza de madera en Begoña, cerca del kiosco de la música, lindando con lo que es hoy la calle de San Bernardo». En el cartel de la corrida del 15 de agosto de 1862 se observa que era «la primera de las tres anunciadas», así como que se prohibía al público, «por orden de la Autoridad, arrojar piedras, cáscaras, ni otra cosa que pueda perjudicar a los lidiadores».

El inicio del festejo taurino se anunciaba para las cuatro y media de la tarde y se advertía: «Al concluir la lidia del tercer toro, y antes de la salida del cuarto, se rifarán los dos toros que la empresa regala a los concurrentes, siendo premiados los dos primeros números».

La plaza de El Bibio tuvo que ser reconstruida por los grandes daños que sufrió durante la Guerra Civil y a finales de la década de los años noventa del siglo XX el Ayuntamiento, propietario del inmueble desde 1951, acometió una casi completa rehabilitación del recinto, que es bien de interés cultural.

Pero de los pormenores del circo taurino local se está ocupando Juan Martín Merino, «Juanele», quien está a punto de entregar a la imprenta su próximo libro, que lleva por título: «Plaza de toros El Bibio, Gijón. 125 años de historia, 1888-2013».

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