viernes, 26 de agosto de 2016

Breve historia del Astillero del Cantábrico

En el año 1855 se inaugura el ferrocarril de Langreo y con ello Gijón se coloca definitivamente en el camino de la industrialización. Con el ferrocarril llegará a la ciudad un aprovisionamiento económico y regular de carbones procedentes de Langreo y Siero. Gijón, con su pequeño puerto, se convierte en la vía de salida de buena parte de los carbones asturianos, creándose las condiciones necesarias para que en la ciudad se desarrolle una industria moderna. Todos aquellos sectores industriales que requieren grandes consumos de carbón tienen ahora la oportunidad de desarrollarse en la, hasta aquel momento, pequeña villa del Cantábrico.

La llegada de combustible provocó un rápido crecimiento en la ciudad del sector metalúrgico, un sector que desde el primer momento tropezó con dos importantes problemas: la insuficiencia de los capitales locales y regionales y la falta de técnicos.

En este ambiente de expansión se puso en marcha, en 1859, una pequeña fundición emplazada junto a la Puerta del Infante en lo que entonces era el límite de la ciudad. El nombre de la fundición, Hulton y Cía, pone de manifiesto la constante presencia de técnicos y capitales foráneos en estos primeros pasos de la industrialización gijonesa. Esta fábrica era una modesta instalación que daba trabajo a 24 obreros.

En 1861 la joven esposa del señor Hulton fallece acosada por la iglesia católica para su conversión, un caso este que traspasó nuestras fronteras y tuvo su eco en la prensa nacional. A partir de este momento dejamos de tener noticias del establecimiento hasta que a finales de la década, en 1868, se recoge en la publicación La Marina Española una referencia a la participación de una fundición gijonesa de los señores Cifuentes y Caveda en la exposición de París de 1867:

 “Es cierto que allí sólo se presentó una máquina de los Señores Cifuentes y Caveda, de Gijón, y algunos modelos, planos, dibujos y memorias de obras de puertos pertenecientes al Ministerio de Fomento”.

Por tanto creemos que en esta fecha la fundición ya había cambiado de manos, apareciendo Anselmo Cifuentes como uno de los propietarios. Podemos ya percibir con claridad la vocación de la empresa que parece desear orientar, al menos en parte, su trabajo hacia la fabricación de maquinaria para buques. Esta noticia pone de manifiesto también el escaso, casi nulo, desarrollo de la construcción naval en España y cómo Gijón, y la empresa de Cifuentes, estuvieron desde los primeros momentos comprometidos con esta actividad industrial. 
A comienzos de la década de 1870 la empresa aparece con el nombre Fundición Anselmo Cifuentes y sigue dedicándose a la fabricación de maquinaria y estructuras metálicas en general. La fábrica seguía en el mismo emplazamiento y disponía sus modestos talleres en torno a un pequeño patio.
A comienzos de la década de 1880 Anselmo Cifuentes decidió orientar la producción de su establecimiento a la construcción de barcos de vapor con casco metálico, para lo que adquirió en 1882 unos terrenos junto al mar, en el Natahoyo. En ellos pretendía instalar un pequeño astillero y construir un dique seco. En estas fechas los empresarios particulares dedicados a la construcción naval eran muy pocos, dado que la mayor parte de las compañías navieras seguían adquiriendo sus buques en Gran Bretaña y la inversión requerida para instalar un dique seco era cuantiosa y todavía con pocas garantías de éxito.
Aunque en 1885 el diario de Madrid El Imparcial esperaba que el comienzo de las obras del dique y los nuevos talleres fuera inminente, lo permisos de obra seguían sin emitirse. En 1886 la situación permanecía igual. De hecho, un cronista de la época sugería que los retrasos se debían a los enfrentamientos políticos dentro de la Villa.

Anselmo Cifuentes, dispuesto a alcanzar su sueño de orientar la producción de su establecimiento a la fabricación de vapores con casco de hierro, decidió emprender la construcción de un pequeño buque en su pequeño establecimiento de la Puerta del Infante. La falta de espacio le obligó a montar el barco fuera de la fábrica y a conducirlo posteriormente al mar, con ayuda de 40 bueyes, a través de las calles de la ciudad. En 1886 eran ya dos los buques construidos, pero los permisos de obra no acababan de llegar.
En 1888 comenzó por fin el traslado de los talleres a la playa del Natahoyo. La empresa cambió de nombre con la incorporación de un nuevo socio, que se encargaría de la dirección técnica: Cifuentes, Stoldtz y Cía (s. en c.). Además de nuevos talleres para las construcciones metálicas en general, construyó un dique seco, tarea compleja en aquellos años en la que se empleaban habitualmente un mínimo de 2 ó 3 años. El nuevo dique (de 87 metros de largo, por 14 de ancho y 5,20 de calado) se inauguró en 1892, fecha en la que el conjunto del establecimiento ocupaba unos 14.000 metros cuadrados, dando empleo a unos 150 trabajadores.

Para valorar bien la iniciativa de Anselmo Cifuentes y su nuevo socio, debemos tener presente que los primeros barcos de guerra realizados en España íntegramente de hierro, siguiendo modelos de otros buques encargados a los astilleros ingleses, tienen su origen en las R.O. de 1882 y 1883, que encargan estas construcciones a los astilleros reales de La Carraca, El Ferrol y Cartagena.
En el nuevo establecimiento de Cifuentes, Stoldtz y Cía. La construcción y reparación de buques debía ser una actividad fundamental, pero en combinación con la construcción de máquinas, calderas, grúas y materiales mineros. En este establecimiento se construyeron varias grúas de vapor para los muelles gijoneses, calderas para las fábricas de vidrio de Gijón y Avilés, materiales de vías y para planos inclinados de las explotaciones del Marqués de Comillas en Ujo, etc. De estos talleres salieron por tanto, buena parte de las construcciones metálicas de las industrias de la provincia.
En 1894 el diario El País publicaba esta referencia al establecimiento:

 “(…) la fábrica “El Dique” está recomendada en las guías de Gijón como uno de los centros fabriles dignos de verse, y es visitada por todos aquellos forasteros que no van solamente a darse tono y á lucir sus más o menos formas esculturales en la playa.”

Aunque Anselmo Cifuentes apenas pudo ver finalizada su obra al fallecer en 1892, la empresa continuó sus trabajos con éxito, alcanzando su momento álgido en la Exposición Gijonesa de 1899.


En enero de 1901 El Dique pasó a formar parte de la Sociedad Española de Construcciones Metálicas junto con la Maquinista Guipuzcoana de Beasain, los Talleres Zorroza de Bilbao y la Constancia de los Hermanos Caro de Linares. La nueva sociedad, con sede en Bilbao y oficinas y administración en Madrid, potenció los establecimientos de Beasain y Zorroza y construyó una nueva y moderna fábrica en Madrid, mientras que los establecimientos de Gijón y Linares apenas vieron modificadas, por el momento, sus instalaciones tradicionales.
En 1901 la superficie de la fábrica gijonesa llegaba a los 15.942 metros cuadrados que incluían un taller de calderería, un taller de fundición de hierro y bronce, un taller de modelos y el dique.

De la mano de la Sociedad Española de Construcciones Metálicas, el Dique continuó su actividad sin grandes cambios hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. En estos años la construcción naval española generó un volumen de negocio tal, que muchas empresas de transformados metálicos desplazaron sus intereses hacia la fabricación de buques. Así en la bahía gijonesa la antigua Sociedad Riera y Cía se transforma en Astilleros Riera en 1917 y establece sus astilleros en la playa del Arbeyal. La Constructora Gijonesa, que había trabajado también ocasionalmente en la construcción de buques desde 1909, cede parte de sus instalaciones al Conde Mieres para impulsar la construcción de buques, dando paso a la nueva empresa Astilleros de Gijón.

Es en estos años cuando se ocupará intensamente el espacio marítimo de la ciudad, llegando incluso a establecerse una clara rivalidad entre las empresas por la apropiación de los espacios entre los muelles del Fomento y la Playa del Arbeyal. Los antiguos talleres del Dique quedaron en este momento limitados para una futura expansión: por el Oeste la Sociedad Industrial Asturiana ocupará 139.000 metros cuadrados entre el Dique y el monte Coroña; por el Este se establecieron los Astilleros de Gijón y por el Sur limitaba la expansión la carretera. 

Si a esto añadimos el río Cutis, canalizado al este del Dique, podemos comprender la penuria de espacios que afectó al astillero a partir de este momento. En 1918, aprovechando el auge de la construcción naval y teniendo en cuenta las limitaciones espaciales de las que hemos hablado, la Sociedad Española de Construcciones Metálicas instaló dos nuevas gradas para la construcción de buques y prolongó ligeramente el dique.

Al finalizar la Gran Guerra la construcción naval se contrajo, de forma tan repentina y acusada, que se produjeron cierres y despidos masivos en los astilleros españoles. La Sociedad Española de Construcciones Metálicas estaba atravesando serias dificultades económicas que la llevaron a cerrar parte de sus establecimientos.

En enero de 1924 parece probable que los talleres de El Dique gijonés estuvieran ya paralizados. En octubre de ese mismo año la Fábrica Moreda y Gijón alquiló los antiguos talleres de El Dique para instalar en ellos producciones metálicas orientadas al abastecimiento de materiales mineros.
En 1926 los Astilleros de Gijón, que habían conseguido sortear mejor la crisis, se hicieron cargo del antiguo Dique Seco, que seguía siendo propiedad de la Sociedad Española de Construcciones Metálicas. En estos astilleros se fabricaron un buen número de motonaves a comienzos de la década de 1930 que, como la mayor parte de la producción de los astilleros gijoneses estuvo orientada a abastecer a las empresas asturianas de pequeños buques para la navegación de cabotaje. En 1933 también los Astilleros de Gijón se ven afectados por la crisis económica que desde Estados Unidos se ha extendido por Europa y se ven obligados a cerrar sus instalaciones en marzo.

Apenas un año después, en 1934, aprovechando las antiguas instalaciones del Natahoyo, se pone en marcha una nueva empresa dedicada a la construcción naval: Astilleros del Cantábrico. En 1935 la empresa seguía realizando pequeñas obras, pero sin perder la esperanza de conseguir encargos de la Armada. Con el estallido de la Guerra Civil la actividad del astillero debió quedar prácticamente paralizada, pero las autoridades seguían mostrando interés por las antiguas instalaciones en las que la Consejería de Industria pretendía poner en marcha un astillero capaz para buques de 1.000 toneladas, pero teniendo en cuenta del desarrollo de la guerra esta iniciativa nunca llegó a ponerse en marcha.

Al terminar la Guerra Civil Duro Felguera se hará cargo de las instalaciones del antiguo Dique. En ese momento “las techumbres de los talleres estaban derruidas, las compuertas del Dique inutilizadas, la grada abandonada y muchas máquinas también inservibles”. La empresa se vio obligada a remodelar el astillero para ponerlo de nuevo en activo: se construyeron dos gradas de 80 y 90 metros respectivamente, se adquirieron grúas eléctricas y se electrificó la grúa todavía existente y se prolongó el dique hacia el norte 16 metros.

Esta remodelación de 1941 marcaría el límite de lo que podemos considerar el astillero histórico. Aunque no disponemos de un plano detallado correspondiente a dicha remodelación, podemos estudiar algunos de los componentes de las viejas instalaciones a través del plano de 1955. En él podemos observar no uno, sino dos diques, el más pequeño de los cuales ya ha desaparecido. También podemos ver que algunas de estas naves e instalaciones permanecen aún en pie en el mismo lugar en que se hallaban cuando se levantó en 1936 el plano de la figura 1 para señalar las gradas construidas en 1918.

Esta parte antigua del astillero, en la cual aún podemos ver naves construidas con muros de sillería del modo en que se hacía a finales de la década de 1880, es la que merece toda nuestra atención y la que debe ser preservada junto con parte de la maquinaria y el archivo que pueda conservarse.


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